La cerveza es, junto con el vino, una de las bebidas alcohólicas más consumidas en todo el mundo. En torno a ella se han ido gestando toda una serie de mitos sobre sus presuntos beneficios para la salud que poco o nada tienen que ver con la realidad. Así, cada cierto tiempo nos encontramos con titulares en los que se asegura que un "consumo moderado" puede ayudar a proteger el sistema cardiovascular, que es buena para la diabetes o, incluso, que tiene propiedades analgésicas comparables a las del paracetamol. ¿Qué hay de cierto en todo ello? Pues, en realidad, poco o -más bien- nada.
"Todo esto es una campaña finamente orquestada, no ya en España, sino en todo el mundo, por los lobbies de la cerveza y la industria del alcohol", explica el dietista y nutricionista Juan Revenga. "Es muy triste. Solemos cargar las tintas contra los medios que publican estas informaciones, pero también hay que cargarlas contra los investigadores que asalarian su profesionalidad en pos de un resultado que interesa", añade el también profesor de la Universidad San Jorge.
¿Por qué entonces venden tanto los hipotéticos beneficios de las bebidas alcohólicas de baja gradación en los medios? Revenga responde tajante: "El buenrollismo y el sensacionalismo vende más que el realismo y el rigor científico. Si yo ahora publico un tema con un titular que dice que el cáncer se cura con espárragos va a tener muchísimas más visitas que uno que lo desmienta". En nuestro país, hay al menos cuatro grandes mitos que han echado raíces en el imaginario colectivo alrededor de la cerveza y cuyas evidencias científicas son, cuando menos, cuestionables.
Para muchos aficionados al running o al ciclismo no hay mayor placer que compartir unas cervezas con amigos después de una extenuante jornada de entrenamiento. Este acto suele ir precedido de un "venga, que el zumo de cebada sirve para hidratarse, que está comprobado". Nada más lejos de la realidad.
La cerveza es una bebida que tiene un alto porcentaje de agua y que, además, contiene sodio y potasio, componentes que podemos encontrar también en las bebidas isotónicas que utilizan muchos deportistas después del ejercicio. Siguiendo esta lógica, ¿por qué no deberíamos recurrir a ella? El principal inconveniente, como ya explicamos, proviene de la cantidad de alcohol que posee (entre un 4% y un 5% de media). Los efectos diuréticos que tiene en nuestro organismo hacen que buena parte de la cerveza que ingerimos sea eliminada a través de la orina y contribuyamos de esta forma a una mayor deshidratación.
Así lo demostró en 2014 un estudio del Centro de Investigación de Ciencias del Movimiento Humano de la Universidad de Costa Rica, que determinó que la cerveza carece de potencial hidratante. LaEspañola de Medicina del Deporte también alertó sobre ello en 2016, después de que se promocionase en los medios las virtudes de una "cerveza isotónica" como bebida creada para cuidar al deportista.
Éste es otro de los mitos más extendidos entre el común de los mortales. Algunos investigadores han llegado a afirmar que la ingesta moderada de cerveza puede favorecer la "función cardíaca global". ¿Hay algún estudio científico riguroso que demuestre esto? "No. Absolutamente ninguno. Todos los estudios que así lo ponen de relieve están avalados por un lobby o por voluntades científicas vinculadas a la cerveza", asegura Revenga.
"Suponiendo que así fuera, no se asumen los riesgos globales que su consumo tiene para la salud. Tirarse desde la azotea de un rascacielos puede ayudarte a secarte el pelo, pero a lo mejor el resultado final no es el más deseado", ejemplifica el experto. El problema, además, es que no existe una unidad estándar que defina de forma universal qué cantidad de cerveza podemos considerar como "consumo moderado" o "responsable". ¿Una caña al día? ¿Dos pintas a la semana? ¿Una jarra de cerveza al mes? "El verdadero problema es que hay cerca de 35 estándares diferentes en el mundo", afirma Revenga.
Así, por ejemplo, mientras que en Alemania consideran "bajo riesgo" que una persona consuma hasta 37 gramos de alcohol al día, en nuestro país este límite llega hasta los 40. Sin embargo, en Polonia, por poner otro ejemplo, una persona habría consumido alcohol de forma "moderada" si no ingiere más de 20 gramos al día. Lo que el Ministerio de Sanidad de nuestro país señala al respecto es que "este concepto no existe ni en la OMS ni en ningún glosario o léxico reconocido por instituciones sanitarias" y que "suele usarlo la industria para referirse al consumo moderado y sin consecuencias".
Pese a la omnipresencia de chascarrillos en los que se acusa a alguien de "haber echado barriga (o panza) cervecera", han sido muchos los intentos que se han realizado para intentar demostrar que la cerveza no engorda. En este artículo, por ejemplo, publicado en agosto de 2017 se puede leer: "La cerveza es una de las bebidas menos calóricas, con una media de 45 Kcal/100ml, una cifra que baja a las 17 kcal/100ml en el caso de la variedad sin alcohol. Tomar dos o tres cañas diarias si eres hombre, una o dos si eres mujer, no sólo no engorda sino que además puede tener beneficios para la salud".
No es el único ni muchísimo menos. El pasado mes de marzo, otro periódico se hacía eco de una noticia en la que se afirmaba que la cerveza "no engorda y podría formar parte de una alimentación saludable". "Es una evidencia que la cerveza contiene calorías. Si no tomas cerveza, la probabilidad de engordar, evidentemente, disminuye. Esto es lo mismo que decir que las balas no matan, que lo que mata es su velocidad", zanja Revenga de forma tajante.
El presunto poder analgésico de la cerveza ha sido el último gran titular falaz que el pasado mes de mayo se coló en un puñado de medios de comunicación -no en todos- y se viralizó por las redes sociales. Supuestamente, investigadores de la Universidad de Greenwich habían publicado un artículo en el que se aseguraba que "tomarse dos pintas de cervezas" era un remedio mejor para calmar el dolor que el paracetamol. "Con esta proporción se reduce una cuarta parte de la dolencia, ya que el alcohol aumenta la dosis en sangre en un 0,08% y amplía el umbral de dolor, según los investigadores de Greenwich", se podía leer en uno de los medios que publicó el tema.
En realidad, tal y como explicó el propio Revenga en un post en Naukas, el artículo científico Analgesic Effectts of Alcohol: A systematic review and meta-analysis of controlled experimental studies in healthy participants, publicado en The Journal Of Pain, incidía en los peligros a los que se exponen las personas que utilizan el alcohol para calmar el dolor provocado por distintas dolencias. Sin embargo, una entrevista publicada por The Independent con uno de los autores en la que se hizo una interpretación torticera de sus declaraciones alumbró un titular sensacionalista que algunos medios españoles replicaron sin ningún rubor. Y no, tal y como apunta el nutricionista, "jamás deberías usar cerveza en lugar de paracetamol para calmar el dolor".
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