Muchas veces resulta incomprensible por qué una mujer con recursos, con buena formación, inteligente y asertiva fuera de la pareja, es incapaz de terminar con una relación de maltrato.
El miedo, el amor, la culpa y la vergüenza son emociones que actúan como catalizador, en un proceso de maltrato, impidiendo o retrasando que la víctima pueda escapar o emprender acciones en contra de la violencia.
Veamos las dinámicas en las que se generan cada una de ellas y cómo pueden arrojar luz a situaciones que muchas veces no entendemos, y en el peor de los casos, hacen que culpabilicemos a la víctima de su situación por nuestra falta de conocimiento sobre le tema.
El miedo genera confusión en la víctima, parálisis e indefensión. El miedo es una emoción imprescindible para la supervivencia. Según nuestro estado y contexto nos motivará para luchar, huir o quedarnos paralizadas. El estudio consultado (Escudero y colaboradores, 2005) apunta que lo que más miedo genera en las víctimas son las amenazas más concretas: daño vital y separarles de sus hijos/as. Sin olvidar el miedo a las represalias del maltratador si denuncia y pide ayuda, y a que no le crean en los tribunales. No es fácil demostrar un maltrato, y mucho menos si es psicológico. A una antigua paciente le aconsejaron desde una asociación de juristas que si quería tener pruebas de maltrato “tiene que pegarte, pero pegarte bien. Sé que es fuerte decir esto, pero en la práctica es así”.
¿Has visto “La Bella y la bestia”? Jacobson y Gottman señalan: “Aman a sus maridos y llegan hasta el punto de sentir compasión por ellos y por las dificultades que la vida les plantea. Tienen la esperanza de ayudarles a convertirse en padres y esposos normales. Estos sueños están muy arraigados y les resulta muy difícil abandonarlos”. Nuestra socialización de género nos marca a fuego con el mito del amor romántico que reza que “el amor todo lo puede”.
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— MacGyver[ŁTC] Fri Mar 30 17:58:51 +0000 2018
La alimentación de esta ilusión de que las cosas pueden cambiar la encontramos en el ciclo de la violencia donde se van sucediendo fases de tensión, explosión y “luna de miel” donde el maltratador muestra su mejor cara para recuperar a la víctima y hacer como que aquí no pasa nada. Hay que tener claro que durante todo este ciclo está presente la violencia aunque no se manifieste explícitamente. De las tres, la fase más peligrosa es la de “la luna de miel”, es la fase donde las flores que regala el maltratador a su víctima, huelen manipulación. Conforme avanza la relación, esta última fase se acorta en tiempo e intensidad e incluso llega a desaparecer. He escuchado en consulta que él le decía a mi paciente: “¿te parece que nos ahorremos la cena y seguimos como si nada.”
El agresor culpabiliza a la víctima de sus acciones y reacciones emocionales. Una paciente me contaba cómo su pareja en una ocasión la cogió en volandas y la tiró con fuerza hacia la cama al grito de : ¡Mira lo que me haces hacer! Hasta aquí todo comprensible.
Pero lo curioso es cuando es ella la que se autoinculpa del maltrato. Se ve a ella misma como responsable del mismo, como consecuencia de su manera de ser o actuar.
La autoinculpación cubre la necesidad de control, la necesidad de creer en un mundo justo donde las personas consiguen lo que se merecen. Necesitamos dotar de coherencia al mundo que vivimos aunque no la tenga.
La culpa también puede tener otra cara. Cuando es él quien se culpa, generando un vínculo de complicidad con la mujer y manteniéndola en la relación pidiéndole perdón y prometiéndole que no va a volver a ocurrir. Pero ocurre y es cada vez peor.
Tampoco podemos olvidar la culpa que le llega a la víctima a través del proceso de revictimización y es aquí donde la culpa se mezcla con la vergüenza.
Es una gran paradoja, pero en este, y en otros delitos cometidos contra la mujer por ser mujer, las que sentimos vergüenza somos nosotras, las víctimas. ¿Cómo no te has dado de cuenta antes? ¿Cómo una mujer tan fuerte y con tanto carácter ha aguantado todo eso? !Ya te habíamos dicho que ese hombre no era bueno para ti! A todo esto, se le suma la vergüenza por el cuestionamiento del ideal de familia que se construye cara la galería haciendo lo posible por cuidar las apariencias.
La vergüenza lleva a necesitar esconder el maltrato. ¿Quién quiere ponerse la etiqueta estigmatizadora de “mujer maltratada”? “La vergüenza se alimenta de silencio y nada silencia tanto como la vergüenza”. Brené Brown
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