Mantenerse delgado haciendo poco esfuerzo y sin importar lo que se coma responde a factores genéticos, pero no es la única razón que lleva a estas personas a mantenerse con el peso adecuado.
Hay que considerar el estado nutricional, el comportamiento y el ambiente donde se desarrollan. Además, la condición de ser flaco puede variar en cualquier etapa del ciclo de la vida.
Observar los hábitos de los delgados y estudiarlos puede ayudar a determinar las formas de combatir la obesidad, dicen los especialistas, en el Día Internacional sin Dietas que se conmemora el 6 de mayo de cada año desde 1992 cuando fue establecido en Reino Unido.
La fecha fue acogida en el resto del mundo en rechazo a ciertos regímenes dietéticos que pueden generar efectos negativos y en pro de aceptar la diversidad de prototipos corporales existentes.
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La nutricionista Gabriela Cucalón afirma que hay la percepción de que los flacos comen mucho sin engordar porque tienen un metabolismo acelerado, pero no es necesariamente así, ya que todo depende de diversos factores.
“Puede ser que a los 20 años coma todo lo que quiera sin engordar, no me afecte nada durante 30 o 40 años, pero más adelante si sea un problema, o en otros el riesgo de obesidad puede empezar antes, entonces es percepción pensar que es culpa del metabolismo realmente”, explica la especialista.
Por ejemplo, una persona flaca puede que la veamos comer una dona diaria, pero compensa esas calorías haciendo ejercicio, comiendo menos en la siguiente comida o evitando ciertos tipos de alimentos durante el resto del día. No perseguimos a estas personas las 24 horas para conocer realmente sus hábitos.
“Si comen una pizza solo ingieren dos pedazos y no seis y nos hacen dar la impresión de que comen lo que quieren pero no, quizás tienen las sensaciones de hambre y saciedad bien conectadas y saben cuándo tienen que parar evitando este sobreconsumo”, agrega.
Hay que considerar muchos factores sin generalizar. Las percepciones erróneas pueden dificultar tener un peso adecuado. Una de ellas es que está bien comer menos y que está mal comer más respecto a los demás.
“No es normal comer menos, ni tampoco comer más es malo. Cada persona tiene una necesidad individualizada según el peso, la edad o la altura”, afirma Cucalón.
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Si bien hay un componente genético fuerte que influye en mantener delgada a una persona, también hay personas que comiendo poco tienen la tendencia a tener más grasa corporal con un peso que está por encima del límite superior.
“Hay un componente genético entre el 60% y el 70% que influencia esta condición (de ser flaco o gordo)”, dice Mónica Villar, coordinadora de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). “Hay personas que comen en sus horas y ya no sienten hambre y otras sienten esa necesidad de comer todo el día, ese componente genético es fuerte, pero también hay factores ambientales”.
Incluso la genética también determina la predisposición a realizar o no ejercicio físico.
Estudios indican que las personas que comen mucho y no engordan tienen un metalismo basal más alto, esto último entendido como el proceso del organismo mediante el cual los alimentos se transforman en energía necesaria para el óptimo funcionamiento de las necesidades vitales.
“Esto puede ser por posición corporal, porque tienen más músculo que tiende a tener un gasto más alto, la edad de la persona e incluso el lugar donde vive, el clima baja el metabolismo basal, no todos tenemos el mismo. Los que tienen el metabolismo más acelerado pues comen y lo consumen más rápido, por lo que no engordan”, indica Villar.
La composición de la microbiota, que son los billones de bacterias, virus y hongos que habitan en el aparato digestivo (intestinos), también influye en mantenerse delgado. Esta, dice Villar, tiene un fuerte componente genético, pero sí influye un factor ambiental.
La alimentación de la embarazada, si el bebe nació en parto normal o cesárea o si ingirió la leche materna pues condiciona la microbiota del recién nacido.
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Un estudio de la Universidad de Ruan (Francia) determinó que a los 20 minutos de alimentarse, estas bacterias de la microbiota creaban otro millón de individuos y segregaban unas proteínas que activaban en el cerebro las hormonas de la saciedad y neuronas asociadas a la reducción del apetito.
Aunque hay factores genéticos y de condiciones al nacer, la composición de la microbiota sí puede cambiar con la dieta.
La condición de comer y no engordar puede variar después de los 50 años, dice Villar, cuando puede darse un cambio en la composición corporal, como el aumento de la grasa y la disminución del músculo. “Pero también depende de la parte ambiental, si sigue con ejercicio normal pues demorará este proceso”.
El componente hormonal como el gen que viene de la época prehistórica denominado ahorrador determina la predisposición a engordar.
Este gen se desarrolló como parte de la evolución cuando el ser humano necesitaba alimentarse con una dieta alta en grasa que le permita mantener una rutina activa de caza y movimiento constante, pero también ahorrando grasa pensando en los momentos de escasez.
Hay personas que tienen resistencia a ese gen ahorrador, por lo que se mantienen delgadas. Pero otras sí lo tienen presente. “Se desconoce por qué ciertas personas generan resistencia a ese gen y otras no”, comenta Villar.
Esta gen reservador de energía actúa en un contexto actual con la tendencia al sedentarismo en el que ya no hay las condiciones de cazar y recolectar para comer, por lo que la grasa se acumula y se da el proceso de engorde.
Las hormonas que circulan a través de la sangre juegan un rol en cuanto se tiene hambre o ya se siente saciedad. “Es como un sistema regulatorio del apetito, una como la leptina ayuda a regular cuánta comida queremos comer en un periodo de tiempo a largo plazo. Hay personas que pueden repetir varios platos si quieren y dar la sensación de que comen más, pero los siguientes días comen menos”, dice Cucalón.
Los “genes flacos”: por qué algunas personas son delgadas y otras suben de peso comiendo lo mismo
La Universidad de Cornell (en EE. UU.) creó un Registro Global de Peso Sano para estudiar a quienes lo han mantenido durante su vida sin especial esfuerzo.
Estas personas afirman en encuestas que comer alimentos de buena calidad y caseros son parte de sus rutinas, al igual que no sentir culpa por episodios ocasionales de glotonería, desayunar siempre incluyendo frutas, verduras y huevos y saber detectar las necesidades reales de su cuerpo.
A más de la genética, también influyen los hábitos que se tengan cimentados desde la niñez por la influencia de los padres de familia.
Los que se mantienen delgados responden por lo general que sus padres ingerían ingredientes frescos, dormían un número saludable de horas (8 horas), hablaban con ellos de nutrición y realizaban actividades al aire libre.
Mientras que quienes tienen un índice de masa corporal elevado coinciden en que les restringían los alimentos como castigo y que en los almuerzos no faltaba el jugo y los zumos en reemplazo del agua.
La reducción de las horas de sueño a 5 o 6 genera una tendencia a engordar.
Si hay una diferencia de dos horas entre los días normales y los del fin de semana pues hay un mayor riesgo de obesidad, indican los estudios.
“Personas que duermen menos durante el día necesitan más energía para mantenerse despiertos, entonces tienen más ganas de consumir ciertos alimentos”, indica Cucalón.
Xiomara Guerra, presidenta de la Asociación de Nutricionistas del Guayas, asegura que ser flaco pese a que se come mucho y no engordar también puede depender de hipertiroidismo, un problema hormonal al nivel de la tiroides que es grave.
Agrega que a partir de los 30 años el metabolismo es más lento, pero si se mantiene el ejercicio físico se logra controlar el peso, asegura.
Hay el caso de delgados que tienen altos niveles de colesterol y triglicéridos, entonces es una delgadez poco saludable. “Allí hay que ver sus hábitos alimenticios y hacer el cambio respectivo”, añade Guerra. (I)
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