‘He hecho todas las dietas y hasta cirugías y siempre fracaso’

  • Por:jobsplan

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03/2022

Uno de cada cinco colombianos es obeso y la mitad de la población ya está por encima de su peso recomendado, según la Encuesta Nacional de Situación Nutricional.

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Estas personas lo han intentado todo en su lucha por salir de la obesidad, aunque sin éxito.

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12 de noviembre 2019, 01:48 P. M.UNUnidad de Salud de EL TIEMPO12 de noviembre 2019, 01:48 P. M.

La obesidad es una enfermedad cruel. Abraza sin asfixiar para hacer cómoda su visita y sujeta muy fuerte a quien intenta escapar de ella. Y siempre, siempre, está ansiosa de abrir sus brazos para recibir con gusto a quien se fue por un tiempo. Es un monstruo que carcome años de vida saludable y cambia los días de quienes la sufren.

Es la epidemia del siglo XXI, como dirían algunos. Y hoy afecta a uno de cada cinco colombianos, los mismos que están en riesgo latente de desarrollar males cardiovasculares u otros como diabetes o cáncer. Este martes 12 de noviembre, cuando se celebra el día mundial de la lucha contra la obesidad, dos testimonios en primera persona que dan cuenta del drama que es intentar huir de ella.

“La decisión es comer o vivir”

Uno podría decir que ser gordo es una decisión. Finalmente uno es el que dedica su vida a los “placeres” de la mala alimentación. Porque, no nos digamos mentiras, la alimentación que no es sana es muy agradable al paladar. Por estos días es un pecado decirlo, pero así es, comer hamburguesas, perros calientes, fritos y postres es un placer. Y punto.Yo llevo casi cinco años luchando contra la obesidad y estoy perdiendo la lucha porque adelgazar no es tan divertido como comer. Renunciar a hábitos alimenticios adquiridos hace muchos años no es sencillo, no solo por la costumbre sino porque sigue teniendo muy buen sabor.

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Sin embargo entendí que ese placer me está rebajando la expectativa de vida y la decisión es comer o vivir. ¿Exagerado? No, es una realidad que vive mucha gente. Hay quienes lo explican con desórdenes mentales, otros con desórdenes metabólicos, yo le apunto a una superposición de placer y ya.Llegué a pesar más de 140 kilos y supe lo que es bajar hasta casi 100, básicamente perdí una persona de peso y no niego que se siente bien. Sin embargo hay un momento en que uno quisiera adelgazar, pero sin renunciar a la comida y ese es el momento en que se recuperan 15 de los 30 kilos perdidos.No quiero verme como una víctima de la obesidad ni como un símbolo de nada, solo tengo el cuerpo que he cultivado durante años. Una cosa es cierta, he sido feliz, nunca me he sentido acomplejado y no me culpo por haber tratado así mi cuerpo, pero si sé que hay cosas que andan mal. Con el paso de los años empiezan a aparecer problemas asociados con el peso: rodillas, hipertensión, triglicéridos y todas esas cosas que van a terminar matándome si no las controlo. Estoy tratando de controlarme. Ya vencí el primer enemigo que es el azúcar, adiós gaseosas, adiós panadería dulce, adiós café endulzado. Ya me acostumbré a endulzar con otra cosa que no me haga daño y creo estar desintoxicado. Me faltan los carbohidratos que son un enemigo peor. Y si bien voy en el camino, le tengo que meter al ejercicio que hasta ahora hago poco o nada.

Mi primera meta es bajar de los 100 kilos, esa barrera hay que derribarla y lo voy a hacer de la manera más divertida posible porque así como no odio ser gordo, no quiero odiar la fórmula que me hizo bajar de peso. Una vez llegue allá, tengo que disfrutar la “no gordura” como estoy disfrutando la gordura, quizás en unos meses escriba sobre lo divertido que es vivir sin hamburguesas o empanadas.Mauricio Arias Rodríguez Periodista y comediante de Medellín.@chichoelmalo, en Twitter.

“Lo he intentado todo y siempre fracaso”

Tengo 36 años y más de la mitad de mi vida la he dedicado a intentar salir de la obesidad. La primera que me hizo ver la realidad, esta pesada verdad, fue mi mamá. Ella comenzó a preocuparse por mi peso cuando yo era un adolescente y, a decir verdad, no entendía muy bien que era lo que pasaba. Hasta ese momento intentaba llevar la vida de cualquier joven y no medía lo que le hacía a mi cuerpo.

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En ese entonces comenzamos a buscar alternativas, las de siempre. Fuimos a médicos y a nutricionistas y me mandaban ciertas rutinas, muy difíciles de cumplir. Luego vino la primera salida rara: la acupuntura. Y funcionó, aunque no sé muy bien cómo. En ese momento perdí varios kilos que me pesarían más adelante porque el efecto rebote -la primera vez que escuché esas palabras- me los regresaron muy rápido. Hoy pienso que poco pueden hacer unas agujitas si no cambiamos cultural y socialmente. Es más fácil para todos tener a la mano una gaseosa o una comida chatarra que comida de verdad. Se trata de un problema que, digo con certeza, nos está matando sin que tengamos conciencia de ello. Y para seguir hablando en tono de franqueza debemos aceptar que la compañía de alguien en este proceso es tanto o más importante que los planes de nutrición que formulan los expertos. Me sentí muchas veces solo en este camino y por eso recurrí a los caminos más estúpidos. Hice todas las dietas, las que me mandaban los médicos y las que estaban de moda, las de solo comer carbohidratos, las de malteadas, y busqué gotas, pastillas y ayunos milagrosos. Una de las que me “funcionó” -entre comillas porque hoy sigo gordo- fue una que encontré por Internet y que decidí emprender bajo mi propio riesgo. Se trataba de una dieta basada únicamente en batidos, cuatro diarios. Perdí casi 30 kilos en seis semanas y por primera vez en mi vida sentí que salía de ese foso de la obesidad.

Estaba en 114 kilos y llegué a 78 kilos y mi cuerpo me lo agradeció de inmediato, así haya llegado allá con atajos no santos. Dormí mejor, sudé menos, mi sistema digestivo mejoró. Y mi mente tuvo calma: subía fotos en redes sociales por primera vez en mucho tiempo. No obstante, hoy acepto que fue una decisión irresponsable porque no solo me expuse a los riesgos de una dieta extrema, sino porque nunca intervine en mis factores de riesgo reales. Para rematar, lo que hice en ese tiempo lo perdí rápidamente. Al cabo de unos meses era el mismo de siempre. Comía sin límites.Y como pasa luego de acabar una dieta vienen ciclos de culpabilidad. Y la mente pesa, y todo se hace complejo, y comer una hamburguesa es placer y castigo a la vez. Volver a subir de peso la peor frustración de todas. Al recordar ese momento aseguro con certeza que la obesidad es una enfermedad terrible, quizás tan devastadora como las peores. Mi último intento fue un balón gástrico y también fracasé. Fue una experiencia traumática y dolorosa con la que perdí tiempo y dinero. Duré un año con él, y aunque bajé kilos al comienzo, cuando me lo sacaron estaba igual de gordo. Porque sí, la mente es tan poderosa que se acomodó a esa intervención y volví a comer tanto como antes. Hoy peso 105 kilos y mido 178 centímetros. Me acerco a la obesidad mórbida y soy consciente de ello. Y por eso, tras semejante travesía, sigo intentándolo. Juego tenis dos o tres veces por semana y le meto a la caminadora y a la elíptica. Eso es una ayuda, si bien entiendo que el 70 por ciento de mi esfuerzo debe ser la comida. Hoy empíricamente estoy desarrollando mis propios hábitos porque a la hora del té el discurso de los médicos me los sé al derecho y al revés.A todos los que lean este escrito les puedo decir que sé que mi condición actual es solo culpa mía, pero también que la obesidad es una enfermedad compleja que se escapa de la voluntad propia y por eso quisiera una compañía en este proceso, tal vez de alguien que me enseñe a ser disciplinado. Y si nada cambia, no descarto operarme y hacerme el bypass. (Prefirió no mencionar su identidad).

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12 de noviembre 2019, 01:48 P. M.UNUnidad de Salud de EL TIEMPO12 de noviembre 2019, 01:48 P. M.Relacionados:

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