Tener empleados más sanos hace que las empresas sean más productivas. Por desgracia, muchos directivos no conocen las consecuencias de sus acciones en el bienestar de sus empleados y las consecuencias organizativas asociadas.
Existen evidencias de que las múltiples y variadas experiencias de los empleados en el lugar de trabajo repercuten en su salud laboral. Muchas de estas experiencias dependen de cómo y quiénes les supervisan.
A priori, se podría pensar que las diferencias en el liderazgo empresarial ejercido por hombres y mujeres afectarían de manera distinta a la salud y el bienestar de los trabajadores, pero en realidad no es así.
Desde el punto de vista psicológico, el trabajo sirve a muchas dimensiones de la salud y el bienestar mental. Aumenta la autoestima, la confianza, la autonomía, la competencia, la independencia, la orientación al logro, la calidad de vida, la satisfacción y la autorrealización, lo que refuerza el sentido de la propia integridad del individuo.
Contar con el aprecio y el apoyo del superior es especialmente beneficioso para la salud de los empleados. Los comportamientos de liderazgo negativos, como el abuso, pueden provocar un deterioro duradero de la salud de los empleados.
Hombres y mujeres no lideran, con carácter general, de manera distinta, pero sí existen algunos matices o tendencias no significativas, derivadas de los diferentes roles de género que se han ejercido históricamente. Ahora deberíamos preguntarnos si estas diferencias son beneficiosas para los resultados de las empresas y para mejorar el ambiente laboral y la consecuente salud de los trabajadores.
Respecto a la percepción que se tiene del liderazgo femenino y la manera que se tiene de llegar a él, los hombres que han participado en este estudio (realizado con 549 empleados de 16 empresas del País Vasco, 50.5% hombres y 49.5% mujeres), consideran que, en general, las mujeres no lo tienen más difícil para llegar a ser líderes ni para ejercer como tales.
Por el contrario, las mujeres participantes creen que tienen que enfrentarse a una serie de condicionantes que les dificultan ser líderes en las empresas. Tienen más responsabilidades familiares. Creen que deben hacer más que los hombres para demostrar su valía. Sienten menos apoyo de los hombres líderes. Además, muchos hombres no están preparados para tener una mujer directiva ya que hasta hace poco ha sido algo menos frecuente. Todo esto propicia que no todas las mujeres tengan interés en ser directivas, aunque la gran mayoría de los encuestados esté “totalmente en desacuerdo” respecto a que las mujeres no sean lo suficientemente duras para poder serlo.
A grandes rasgos podemos decir que, hoy en día, las mujeres tienen un buen concepto de ellas mismas cuando ejercen funciones directivas. Mientras, los hombres consideran que, respecto a las mujeres, no hay grandes diferencias a la hora de ejercer el liderazgo.
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En este sentido, los empleados tienden a pensar que las mujeres se comunican mejor con sus subordinados, de manera más respetuosa. Y también que son más capaces de convencerles, defendiendo sus creencias, de cómo hacer funcionar las cosas en el trabajo.
Las mujeres tienen también más facilidad para poner en valor las cosas que hacen bien sus trabajadores y de brindarles apoyo. Algo fundamental para que los empleados se sientan cómodos y reconocidos, y que repercute en su salud de forma positiva. Como asignatura pendiente, queda que las mujeres, aunque sean buenas negociadoras, mejoren su predisposición a asumir riesgos para, tal vez, mejorar los resultados empresariales.
Las mujeres directivas tienen mejor disposición que los hombres para expresar de manera simple y sencilla lo que podrían y deberían hacer los trabajadores. Ellas están más dispuestas a ofrecer ayuda para buscar nuevos enfoques que creen un entorno más amigable. Sin embargo, la ayuda que ofrecen los hombres está más ligada al desarrollo profesional de sus empleados. Esto puede deberse a que tengan una mayor red de contactos, años de experiencia o conocimiento del sector.
Los hombres directivos se sienten más satisfechos que ellas cuando los empleados cumplen con sus cometidos y son menos propensos a cambiar el modo de hacer las cosas. En cambio, las mujeres buscan cambiar las formas de trabajo, aportando ideas nuevas, diferentes a las establecidas históricamente.
Este hecho puede cambiar el ambiente laboral en las empresas, pues la buena comunicación y trato al que parecen estar dispuestas las mujeres directivas puede ayudar a mejorar la salud y bienestar de los empleados.
Al cambiar el estilo de liderazgo, los ambientes de trabajo con un prolongado mal clima laboral tienen la oportunidad de salir del círculo vicioso en el que se encuentran. En este sentido, el liderazgo femenino puede constituir una valiosa oportunidad de mejora para las empresas.
Se observa en las directivas una leve tendencia a creer que los trabajadores confían en ellas menos que en los hombres. No obstante, esta falta de seguridad en sí mismas parece estar disminuyendo.
Por su parte, los hombres directivos creen que saben incentivar mejor a sus empleados, que les proporcionan nuevas formas de afrontar retos y que premian sus logros.
En el día a día las mujeres directivas son las que más informan a sus trabajadores sobre cómo creen que lo están haciendo. Lo hacen así porque están muy a favor del diálogo como mecanismo generador de conocimiento, tranquilidad y cambios profundos, que repercutirían positivamente en el bienestar de los empleados.
Directivas y directivos exigen a los demás solamente lo que creen que es estrictamente necesario, con la intención de crear ambientes más relajados y distendidos.
La comunicación es la herramienta que mejor saben trabajar las mujeres directivas y que puede fallar más en los hombres. Utilizando las palabras adecuadas, en un tono relajado, de diálogo, que explique, motive y sirva para que se produzcan cambios en el ambiente de trabajo, se pueden conseguir los mayores éxitos para la empresa y la salud y el bienestar de los trabajadores.
En conclusión, existen matices, pero no podemos hablar de diferencias en el estilo de liderazgo. Podemos hablar de buenos o malos líderes, independientemente del género. Y, por lo tanto, el bienestar de los empleados no depende para nada de que su superior sea un hombre o una mujer.
Antonia Moreno Cano, Asesora de Investigación y Comunicación, Universidad de Deusto; Fernando Díez Ruiz, Profesor doctor Facultad de Psicología y Educación, Universidad de Deusto y Luana Ferreira-Lopes, Dra. en Educación, Universidad de Deusto
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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