El narco mexicano capturado la semana pasada vivía oculto en una casa repleta de comida podrida y con un túnel que se abría desenroscando una bombilla
En la vivienda había cintas de vídeo de 'La Reina del Sur', la serie protagonizada por Kate del Castillo, la actriz que llevó a Sean Penn a entrevistarle
Desapareció por un desagüe y apareció seis meses después en una alcantarilla. El último medio año de vida en libertad del Chapo acabó con un aguacero de sangre y balas. EL MUNDO ha visitado la casa donde el narco y sus sicarios fueron sorprendidos por los marines en la localidad de los Mochis (Sinaloa). Hay rastro de sangre, olor nauseabundo a comida podrida y a muerte. Entre todo aquel desorden se puede reconstruir las últimas horas del señor de la droga. "Fue una llamada hecha por El Chapo la que nos alertó de que estaba aquí", dice a este periódico uno de los encargados de la investigación. El mismo error que cometió en su segunda detención.
Los soldados llegaron a las cuatro de la mañana a la vivienda. Una casa recién reformada y preparada para convertirse en un discreto fortín enclavado en medio de una zona residencial. Los ayudantes del Chapo eligieron la única casa que estaba rodeada de árboles frondosos que escondían la fachada y que permitía ver sin ser vistos. Colocaron hasta cámaras de vídeo-vigilancia. Sin embargo, la mayor sorpresa era la propia ubicación. El Chapo se fue a esconder al feudo de su mayor enemigo: el cártel de Beltrán Leyva, el grupo criminal que controla esta parte del municipio.
Efectivamente, no pillaron a los sicarios de improvisto, no estaban durmiendo, y nada más llegar los vehículos de los marines se desató un vómito de balas que alertara a su jefe y le permitiera huir.
Dentro, en la habitación que estaba en la planta baja, junto a la cocina y el salón, la única que tiene una cama de matrimonio, El Chapo y su lugarteniente, Orson Iván Gastelum, abrían una puerta oculta de un clóset de madera con un vidrio ostentoso que les comunicaba con el túnel que habían construido para escapar. La apertura se accionaba desenroscando una bombilla y tirando de una palanca. Cerraron y comenzaron a correr.
Detrás quedaba el tinte de pelo negro en el baño del jefe, una bolsa con medicinas y jeringuillas, una enorme cantidad de calzoncillos de marca y una completa colección de artilugios de higiene personal con decenas de bastoncillos para los oídos derramados por el sofá.
Un primer sicario fue abatido por los soldados junto a la puerta. Su sangre está ya seca, pero recuerda bien que allí se desató el infierno. En la cocina, donde el olor a comida podrida es fuerte, se ve junto a una ventana un segundo rastro de sangre y las marcas de las balas en las paredes. Hay cajas con comida china encargada putrefacta -"ya lo estaba cuando llegamos", nos dicen-, tortillas, huevos, fruta y vegetales descomponiéndose. La cantidad era suficiente para dar de comer a mucha gente en tiempos de encierro. También se contempla un teléfono móvil de los antiguos, sin internet, que no pueden ser rastreados y que usan siempre los narcos, y una foto de dos niños junto a una carta que parece escrita por una hija a su padre. La firma Melissa y le dice a su papá que le quiere ver por Navidad y que le extraña mucho. Es probable que el papá esté ahora muerto o en la cárcel.
Los hombres del Chapo derribaron la nevera, para hacer una barrera y entorpecer el paso por las escaleras, y huyeron hacia la segunda planta. Seguir su camino es fácil: hay toda una pared llena de agujeros, algunos de armas de calibre grueso, en el pasillo. Fue una inteligente idea para distraer a las fuerzas de seguridad, que en un primer momento creyeron que El Chapo se les escapaba por la azotea. En las cuerdas sigue la ropa tendida. Hay bastantes prendas interiores femeninas. Dos mujeres fueron detenidas en la operación junto a cuatro hombres. Eran la cocinera personal del Chapo y la cocinera que alimentaba al resto del grupo. "Eran mujeres de apariencia normal, pero es probable que hicieran algo más", cuentan.
En un cuarto al fondo quedan cuatro cintas de DVD de alquiler. Las cuatro son de La Reina del Sur, la serie que protagoniza la actriz Kate del Castillo, la que llevó a Sean Penn a hacer la controvertida entrevista al Chapo. Parece que su pasión por la actriz la trasladó también a su guarida de la ciudad, lejos de donde tenían sus encuentros en las montañas. En los dos baños de esta planta se acumula el papel higiénico usado en papeleras, como si estuviera prohibido echarlo a las tazas.
Los marines, mientras, siguieron y abatieron a tres hombres en los tejados de las casas vecinas y en los alrededores de la vivienda. "Escuchamos los disparos y nos sobresaltamos", confirman a EL MUNDO todos los vecinos. "Yo pasaba aquí todas las noches y nunca noté nada. Sólo que había trabajos hasta por la noche", nos dice Mejía, un hombre de mediana edad que vive a 200 metros.
Fuentes de la investigación confirman que el tiroteo duró 50 minutos y que tras perseguir y abatir a los sicarios que habían huido por el tejado empiezan a intentar localizar a El Chapo. Entonces se acuerdan de sus famosos túneles. Son unos 70 hombres. Algunos vuelven a la casa y comienzan a buscar el portón oculto. El resto va vivienda por vivienda buscando gente escondida.
Curiosamente, a unos 100 metros de la casa de El Chapo, en el hogar de un campeón del mundo mexicano de boxeo, Fernando Kochulito Montiel, capturaron a un pistolero que había roto una ventana y se había escondido en su domicilio. "Con el ruido de las balas no escuché que rompía el cristal y se me metió dentro", se justificó el boxeador.
Pero ni rastro del célebre narco. Comienza entonces el destrozo de la casa, se corre la lavadora y la secadora, se saca toda la ropa de los armarios que sigue aún en el mismo sitio, manchada de sangre y de pisadas de barro -aquella noche llovió-, y finalmente se da con la palanca milagrosa. Tras el clóset hay unas escaleras de madera y un túnel iluminado al fondo de un pasillo (el Chapo sabe hacer túneles de calidad), y otra puerta que se abre con rosca y comunica con uno de los dos conductos generales de desagüe de la ciudad, con barro y aguas fecales. "Es evidente que por aquí huyeron", comentaron los soldados.
Los marines en tropel se metieron en el túnel. Es un espacio bajo y estrecho. Avanzar más allá del punto de encuentro entre el drenaje y el túnel de la casa es ahora muy difícil. El Chapo les llevaba más de una hora de ventaja, pero eso no es más de un kilómetro en ese estrecho lodazal. "Nos perdíamos en las bifurcaciones", comenta otra fuente de la Marina. Así que los soldados se fueron dividiendo por los conductos.
Finalmente, El Chapo salió con su hombre de confianza a unos 800 metros en línea recta de la casa. En un cruce con un centro comercial enfrente y una famosa cadena de venta de pollo. Abrieron una alcantarilla y robaron un coche. El tráfico hoy es allí normal, intenso e indiferente a un lugar casi histórico para el país. Robar un coche y luego otro fue el segundo error. El primero: hacer una llamada (que le delató).
Tras la información de un hurto, se desencadena la persecución final, con apoyo de policías federales, que concluyó en el motel Doux. Un motel de citas, ahora vacío, que tiene también al lado un hotel de mejor calidad. No hay apenas gente hoy, demasiadas cámaras para un negocio que vive de la discreción. Las versiones en este punto son poco claras, algo no concuerda. No se sabe dónde los atraparon, quién, cómo, pero las instituciones mantienen su historia de que al motel llega ya preso y se usa la instalación para resguardarle. Algo falla en esta explicación. Tampoco el trayecto del coche parece tener una lógica.
El periódico Milenio informa de que El Chapo intentó sobornar a los policías, prometiendo: "Si me dejan libre, nunca más tendrán que trabajar". Pero hicieron caso omiso y esperaron la llegada de los refuerzos por una vía rápida, de dos carriles y mucha visión. Y llegaron rápido decenas de hombres que se apostaron con sus armas en la terraza a la espera de que pudieran sacar al pez gordo. El Chapo había caído y los policías enviaban a sus superiores, con el móvil, sus primeras fotos. En la Presidencia de México se debió de escuchar un largo suspiro.
La vida del Chapo ha sido siempre estrambótica. Hace seis meses se escapó por el desagüe de una ducha en su celda de la prisión del Altiplano y seis meses después fue detenido tras arrastrase por una cañería. Siempre un alargado túnel marcando su destino. Siempre un túnel del que quizá nunca llegó a salir.
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